Al llegar a la frontera con Paraguay nos enteramos de que necesitábamos una visa. Fue un descuido por mi parte puesto que los neozelandeses no necesitan visas para muchos países sudamericanos.
Pero, tal como esperaría, se puede resolver fácilmente.
Se nos invita a la oficina de migración, detrás de ventanas oscurecidas, para hablar del problema.
Una dificultad, pero debido a la amabilidad
(¡como si fuera!) del oficial de la migración podemos pasar por el país y cumplir con nuestro programa consiguiendo una visa ¡a cambio de un honorario!
Pues, ¿qué hacemos? Es el fin de semana, el consulado en Clorinda, Argentina, está cerrado hasta el lunes, la temperatura es de 38 grados, y estamos en la frontera en medio de la nada. Entonces aceptamos su amable oferta, el dinero cambió de manos, se pusieron sellos en los pasaportes, y nos fuimos eternamente agradecidos por la eficiencia que se puede comprar en América del Sur.
La lección está clara: todos los neozelandeses deben conseguir una visa si quieren visitar Paraguay.
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